Josep Bofill (1942)
Barcelona, es digno heredero de una saga de artistas catalanes famosa por sus trabajos de imaginería popular.
Sus esculturas tienen un realismo de sustrato filosófico en el que siempre aparece el debate entre polaridades como la mente y materia, el interior y el exterior o el hombre y la mujer.
Bofill estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, donde obtuvo diploma de honor, aunque para entonces ya conocía los secretos de unas técnicas que aprendió trabajando junto a su padre en proyectos como la decoración de la Ermita de Sant Andreu.
Su obra ha sido siempre naturalista, aunque devino en un Realismo sin ambages desde aquellas escenas populares de sus primeros años, tan buscadas por los coleccionistas. Lo que no ha cambiado es su interés permanente por la figura humana, que permanece en todas las etapas de su carrera. Son cuerpos sobre los que el viento agita los vestidos con una elegancia propia de la Grecia clásica, aunque sus personajes no sean dioses ni héroes, sino campesinos, marineros y músicos que componen un friso contemporáneo bajo el que pervive el espíritu de las viejas civilizaciones mediterráneas.
Josep Bofill también modela desnudos, bailarinas y niños que, aunque retrate en solitario, siempre protagonizan escenas en las que la belleza estética se concibe como una armonía de opuestos. Tal es el fruto de un proceso evolutivo que culmina con la unificación de lo individual con lo universal.
Bofill ha utilizado a lo largo de su carrera toda clase de materiales, desde los metales hasta la piedra, pasando por la madera, el cemento y las resinas sintéticas, aunque la mayoría de sus obras más importantes están realizadas en bronce. Es el caso de algunas de las piezas que se encuentran en colecciones públicas como la del Gobierno de Cataluña y la del Parlamento de Aragón.
Ya en el siglo XXI comienza a interesarse por la luz y la fotografía, ya que “fotografía y escultura son luz y sombra, las dos”. Es por ello que en los últimos años ha centrado su trabajo en la elaboración de figuras de resinas y metacrilato que ilumina desde atrás para envolverlas en una atmósfera fantasmagórica. También su obra pictórica de esta etapa integra técnicas fotográficas y dispositivos electrónicos en una demostración más de que “la creación absoluta no existe, siempre es una transformación”.
Bofill vive y trabaja en el campo, muy cerca de Barcelona, para seguir respirando unas “emociones y sensaciones” que luego intenta comunicar a los espectadores de sus obras. Quiere que sean “algo más que objetos que dejan una sensación superficial´ porque lo que busca es, “dar que pensar”, tal como explica cuando se le pregunta por su propósito final.
Las esculturas de Josep Bofill gozan de una cotización cada vez mayor y se muestran periódicamente en exposiciones nacionales e internacionales como las que se han podido ver ya en las más prestigiosas galerías de España, Francia, Bélgica y los Estados Unidos, entre otros países. También se exhiben en colecciones públicas y privadas como la del Círculo del Liceo de Barcelona, el Museo La Cour d´Or de Metz, la Fundación Chacao de Caracas y United Airlines.