Su obra está considerada como uno de los elementos precursores de la producción “pop” del otro lado del Atlántico, con artistas como Andy Warhol Roy Lichtenstein o Robert Rauschenberg. En los 60, Hamilton se vinculó a los aspectos más locos de la década. Retrató al “dealer” londinense Robert Fraser y el cantante Mick Jagger detenidos por posesión de drogas (“Swingeing London”, 1968-69), y es el autor de la portada en blanco del “White Album” de los Beatles. Mantuvo un compromiso muy fuerte con el movimiento pacifista y antinuclear británico, y no evitó cuestiones políticamente espinosas, como el conflicto en Irlanda del Norte, que abordó con su obra “El ciudadano” (1981-1983), un retrato de un preso del IRA en huelga de hambre, Bobby Sands, a modo de Jesucristo envuelto en una manta (los presos del IRA se negaban a ponerse el uniforme de las prisiones británicas).
Hamilton fue un profeta sin predicamento en su propia tierra, a pesar de haber sido el introductor de Marcel Duchamp en las artes británicas. Y su obra, a diferencia de artistas como Lucien Freud o David Hockney, nunca ha sido reconocida por el gran público, a pesar de que ha sido objeto de dos retrospectivas en la Tate Gallery. “Tengo la sensación de haber sido rechazado toda mi vida”, explicó el artista fallecido a Alastair Sooke, crítico de arte de “The Daily Telegraph”. “Mi exposición en la Tate en 1992 fue calificada como la peor exposición del año. Y me sentí muy orgulloso, por fin era el primero en algo. Pero siempre me he sentido igual: nunca hice nada que quisieran los demás”.
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