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lunes, 20 de octubre de 2014

Rita Renoir


Performance de Rita Renoir
Hay entonces diferentes planos, yo anteayer en el Théàtre de Plaisance y ahora aquí diciéndolo, los que van acercarse por una vía de palabras, y sobre todo lo más difícil de abarcar, una doble corriente que va de la escena al público y de éste a aquélla; intercesor ambiguo, sé que me sentí esa noche como el recipiente de otro contenido, y otra lectura de eso que ocurría sin palabras en un tablado donde todo estaba desnudo, Rita Renoir y las paredes y el piso y el supuesto cielo que volcaba el cono sulfuroso de la luz demoníaca; junto a mí, detrás, la marisma penumbrosa de una platea poblada por risas, susurros, otras lecturas, otras versiones posibles. Intercesor ambiguo porque vanidosamente creo que esa noche tuve contacto, que mi lectura fue una vivencia piel a piel, pero cómo saber si el relator de tantas ficciones no se dejó poseer por una más, así como Rita Renoir se dejaba poseer por un demonio que pocos alcanzaban a concretar, sobrepasados por un espectáculo que los escupía a lo peor de sí mismos, a eso que innoblemente murmuraba y reía en la sombra mientras en mi garganta se cerraba un dogal de garrote, inventándome un suplicio como en la escena Rita Renoir inventaba la ceremonia que en su hora llevo al éxtasis o a la hoguera a tantas inventoras y un horrible, exaltante realidad harto mas cierta y tangible para ellas que el pan nuestro de cada día. En lo ambiguo, en lo relativo, en una luz de teatro me estoy moviendo y no soy más de fiar que Guido Crepax cuando dejó partir a Valentina a su sagas entre vividas y soñadas; digo solamente que una música prepara ese pasaje y entonces Rita Renoir avanza hacia el círculo de luz cárdena, admirablemente envuelta en un ropaje negro, la cabeza y la cara cubiertas por un capuchón hinchado y grotesco que hace pensar en ahorcamientos o pasos de comedia del arte. Sólo sus pies, el nacimiento de las pantorrillas dicen de su juventud y su sexo, el resto un vientre negro traza los encantamientos, una voz mecánica y aguda declinar la nomenclatura de las potencias de la noche...

...Lo que sigue sólo tiene sentido desde Magdalena, desde lo que otros llamarán pornografía, un martirio agresivo que hace trizas las convenciones más aferradas al sistema, la joven bruja para la espalda el diablo, (uso dos palabras del teclado), se agachará hasta tocar el suelo para ofrecer la grupa a ese deseo que la humilla y la arranca de sí misma, su rostro asomará por entre las piernas, el pelo barriendo el suelo, la boca torcida en una mueca de sabbath, y el sexo se abrirá como una almendra, ginecológicamente se expondrá por un tiempo interminable mientras la bruja nos mira, lo mira al revés, cara abajo, y no solamente sexo sino el año, el más escondido detalle de un aparato genital y excretor que las manos de la bruja volverán todavía más visible cuando al término de ese lento minuto petrificado por una transgresión total,  aparte las apretadas nalgas para no vedar y un solo milímetro de piel, y un solo vello a la mirada del que invisiblemente va a tomarla y al mar de ojos que su propio mirar está despreciando desde la ojiva de sus muslos, desde la lengua que se asoma en algo que es maldición y llamado simultaneós. Oponiéndose al erizo todo pinchos afuera, Rita Renoir cierra su esfera ofreciendo al rayo enemigo sus mucosas más sensibles, el doble vulnerable ingreso en el recinto falsamente protegido por los códigos.
Julio Cortázar - Fragmento de Homenaje a una joven Bruja - Territorios