
Apasionado de su trabajo, el artista, que se inició en la pintura con 12 años influenciado por su admirado tío, el pintor Antonio López Torres -con tan solo 13 ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando-, defiende la libertad como fuente máxima de la creatividad. Su obra se centra en la realidad que le rodea e investiga con los aspectos más cotidianos tratados con un detallismo cuasi fotográfico, pero sin bromuro de plata como intermediario.
El manchego convierte en arte los aspectos más cotidianos de la realidad con una elaboración lenta, metódica y meditada hasta el extremo para captar la esencia del objeto, paisaje o figura representada, que le lleva a rehacer, retocar y corregir durante años -ha reclamado en reiterados ocasiones a clientes obras ya vendidas para retocarlas-. "Para mí la palabra acabar no existe", ha afirmado el artista en muchas ocasiones como resumen de su proceso creativo, retratado fielmente en la película El sol del membrillo, de Víctor Erice y Premio del Jurado en Cannes en 2002.
